martes, 13 de noviembre de 2012

¿Os ha pasado alguna vez?

Por un instante pensé en acabar con todo esto. Yo,tan pobre de mí, estaba torpemente apoyada en un viejo muro de ladrillo desgastado, mi respiración estaba entrecortada, mis ojos se sentían húmedos y por mi cabeza rondaban demasiadas preguntas, demasiadas cuestiones cadentes de alguna posible respuesta coherente. No sabía cuanto tiempo llevaba en aquel umbral, en aquella habitación oscura, fría y terrorífica. Tampoco conocía el tiempo exacto que llevaba en aquel lugar, quizá unos dos o tres días, no creo que mucho más. Apenas veía la luz del Sol, bueno, en realidad, ni siquiera veía la luz artificial que producían las bombillas de aquel lugar. Pero sí conocía algo: el lugar. Era una casa, seguramente una casa baja, ya que se olía el olor a tierra húmeda. Eso me ayudaba a conocer otra cosa de aquel sitio: no estaba en la ciudad.
Mi último recuerdo era su sonrisa, su cálida sonrisa, de dentadura perfectamente alineada, perfecta en todos los sentidos. De entre sus labios resonaba un sencillo "te cuidaré siempre", tres palabras que para mí una vez significaron un mundo entero, una galaxia por recorrer, un camino que emprender hacia el futuro. También recuerdo su olor, hm, su perfume de caballero, CK one, se la regalé por su cumpleaños, la reconocería en cualquier lugar, su perfume llegaba a mis fosas nasales a la vez que sentía la calidez de sus manos, de su cuerpo, de su mirada, en mí. Después de esa imagen solo recuerdo un beso, una caricia, un adiós, un guiño. Un golpe, un mareo, un dolor de cabeza, la oscuridad. No llegué a entrar en mi casa. No, de eso estoy segura.
Cuando era más joven, mi padre me enseñó a apreciar los olores, a respirar y a vivir de una forma diferente. Aprendí a oler la vida, la sensualidad, la tristeza. De mis cinco sentidos, era el que más desarrollado tenía. Recuerdo un paseo por el campo, cazando grillos, sonriendo. Yo era pequeña, no más de cinco años. Un picnic, una foto, una carcajada infantil. Una amapola, una rosa, una hormiga, un delirio.
Pequeños recuerdos por los que no me he rendido, sé que en cuanto tenga una diminuta posibilidad, le mostraré que esta mariposa ha conseguido salir de su tarro y que va a recuperar la libertad por la que un día luchó tanto.
Ahora, me toca preguntaros, a quienes leáis algún día estas palabras, puede que las últimas o puede que unas cualquiera de mi gran repertorio de imaginación y pensamientos.
¿Os ha pasado alguna vez que sentís que habéis luchado por aprender a volar y que, de repente, os han cortado las alas en pleno vuelo?. Yo sí.

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