jueves, 2 de junio de 2011

Nº17

Ya empezaba esta sensación de nuevo, volvía a sentirla en el estómago, me volvía a marear y a tener la vista nublada.¿ Qué me estaba pasando ?. En serio, esto cada vez se hacía más y más raro, ¿cómo era posible que pudiese ver a los muertos?, ellos me hablaban, les veía vagar por las calles, evitando atascos y colas, pues eran invisibles. Me hacía gracia, en verdad, pues había supermercados fantasmas, allí no servían coca-colas o filetes, sino un tipo de comida que ni sabía que existía, era una especie de puré, pero era gris, y lo que se hacía pasar por grumos de chocolate era azul, un azul intenso. ¿A que sabría?. Cada vez más y más preguntas surgían en mi mente. En ese instante de duda, una mano amiga, reconocible por el anillo en forma de cruz invertida que le regale, se había posado en mi hombro.
-¡Pero Susan! que susto me has dado, muchacha.
Esta vez el fantasma no hablaba, sus ojos estaban tristes, quizás con ganas de llorar, pero al no tener agua no le salían lagrimas. Se me partió el corazón al verla así.. Pero, ¿como podía ayudarla si no sabia que le pasaba? me sentí realmente mal
-Susan,¿que ha pasado?
espere una respuesta no concedida jamás. Me volví a morder el labio. Tenia que hacer algo, pero ya. Decidí ir a la calle central y buscar a aquel anciano de la otra vez. Cuando le vi suspire y corrí hacia el, pero justo cuando estaba llegando hasta su brazo, fush, desapareció. Maldecía al diablo. Joder, joder, joder. Ahora si que estaba perdido, me senté junto a la pared, me sujete la cabeza con las manos y las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos, como el agua de una regadera cayendo en una flor. Entonces la joven volvió a aparecer a mi lado, me levanto la barbilla con la mano e intento dibujar una sonrisa en su cara. Tengo que ayudarla, solo se que tengo que conseguirlo.







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